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Pandora papers, ¿qué hay detrás?

Pandora fue la primera mujer creada por mandato del propio Zeus, en la mitología griega. Se le crea como venganza del Dios para con los hombres, por haber recibido el conocimiento del propio Prometeo, quien fue torturado, pues llevar el conocimiento a los hombres hacía menos dioses a Zeus y los suyos.

Pandora, además de toda la carga ideológica que contenía su existencia misma, a su vez era la responsable de las desgracias de los seres humanos. De todos los males: enfermedad, fatiga, locura, vicio, pasión tristeza, crimen y vejez.

Estos males se conservaban en una caja o vasija – según la versión de Pandora que leamos, la conocida “caja de pandora.” De ahí el popular decir, de evitar abrir la caja de pandora, pues no se sabe qué desgracias pueden surgir de ella.

Sin estos tres párrafos antecedentes no se podría contextualizar el motivo detrás de los afamados Pandora Papers, la nueva revelación de la ICIJ, asociación de “periodistas y medios independientes” que se han dedicado a la cacería de brujas, desde 2016 con la primera revelación de los papeles de Panamá.

No pretendo demeritar el valor de conocer, de manera transparente, la existencia de actos ilícitos; en especial aquellos promovidos o protagonizados por las clases gobernantes del mundo. Tanto las que dan la cara en el podio del poder, como aquellas que lo ejercen detrás de ellos, dejando para sí los beneficios que conlleva aquella frase de Adolphe Thiers que “el rey reina, pero no gobierna”.

En la lista de los Pandora Papers aparecen los nombres de reconocidas figuras públicas, pero también de perfectos desconocidos que son los que en realidad ostentan el poder último en la mayor parte de los países y territorios.

Si bien los nombres de presidentes, expresidentes, reyes y otras figuras de la más diversas latitudes del mundo salen en primer plano, también lo hacen quienes les financian. Quienes pagan la fiesta y mandan el baile detrás del poder nominal, a quienes le sirven los gobernantes, sean estos electos, impuestos o proclamados.

Tan importante información con posibles consecuencias legales, cuando el derecho y la justicia lo demuestren con objetividad hallazgos de conductas ilícitas, nos planeta varias preguntas medulares: ¿Quién es ICIJ? ¿Quién financia a ICIJ? ¿Qué busca demostrar ICIJ? ¿Cuál es el trasfondo ideológico que subyace detrás de las acciones de estos espadachines de la justicia? ¿Quién les legitima?

Las respuestas a estas preguntas son de difícil acceso. La organización se autodenomina una agrupación de periodistas independientes. Fue creada en 1997 por Charles Lewis y tiene su sede en Washington, Estados Unidos. Se plantea como una asociación sin fines de lucro, que recibe donaciones de diversas organizaciones interesadas en la difusión de información de naturaleza desestabilizadora de personas de perfil político, aunque no todos, así como de empresas, aunque no todas, solo algunas.

Estos sesgos nos hacen pensar en la objetividad efectiva de las investigaciones. Nos pone a dudar la licitud de los medios para la obtención de la información, una violación de los datos de empresas, bufetes de abogados, archivos y correspondencia de orden privado, pero que selectivamente se convierte en pública. ¡Un asunto pendiente por resolver!

Desgraciadamente, la condición de “independencia” de la organización solo puede ser probada hasta que se conozcan las respuestas a las preguntas planteadas. Así como el derecho de preguntar y repreguntar sobre los intereses de quienes financian su fiesta de irrupción en la intimidad de las personas y empresas, para dejar un sabor a nihilismo absoluto, con un propósito final aún oculto y difuso.

El conocer los pormenores financieros de la mayoría de los políticos, y sus compadres que les mandan porque les financian, es particularmente relevante. Las revelaciones sobre personas de las esferas de la derecha más recalcitrante junto con los de una aparente izquierda en el poder de algunos de los países alrededor del globo son invaluables. Pero, el asunto de fondo es conocer cuáles son las pretensiones de quienes promueven esta suerte de oscura transparencia.

Valga decir que, aparte de las historias de políticos, las revelaciones sobre empresas y empresarios inescrupulosos que llevan a cabo toda clase de actos artificiales y artificiosos con el fin de no pagar sus obligaciones tributarias son igualmente valiosas.

La pregunta subyacente es si se apropian de una responsabilidad, a modo de columna paralela de los Estados de Derechos, al lanzar petardos al aire para que las instituciones competentes y legítimas según la Constitución y leyes de cada Estado actúen. Son estas instituciones, con los medios institucionales, convenidos mediante instrumentos multilaterales de derecho internacional público quienes deben actuar lideradas por la OCDE, esa de la que ahora somos parte. ¿No son estos los entes efectivamente competentes para hacer estas diligencias investigativas?

La promoción poco equilibrada y con desprestigio hacia individuos, que tendrán que dar cuenta de sus actos, y empresas sin motivos económicos válidos para la utilización de sociedades o entidades en jurisdicciones satanizadas, no deben llevar a la conclusión errada que hoy vive en el imaginario global: Que todo lo que se hace en algún sitio, si no es elusión, es evasión fiscal. Una conclusión incorrecta y carente de elementos que respalden tal clasificación.

No son las jurisdicciones ni los instrumentos legales: sociedades, fundaciones, fideicomisos, los que se convierten en el problema. Ni siquiera podría afirmarse que son la causa del complejo problema de la caja de pandora, sino los actos que se envuelven en dichos papeles.

Calificar es fácil, particularmente cuando se goza del anonimato tan criticado por los promotores de esta campaña cuyos fines últimos desconocemos. No sabemos qué quiere demostrar ICIJ, si la ya conocida conducta de perversidad y morbosa corrupción de las diversas clases políticas, o el desprestigio de las jurisdicciones, o de la avaricia de algunas personas y empresas, con lo cual aportan poco a la solución y solo hacen un monumento al problema.

De las empresas y personas que utilizan las jurisdicciones y sus instrumentos jurídicos es impropio concluir que todas ellas están evadiendo o eludiendo obligaciones tributarias. Esta afirmación, además, tiene una cínica y perversa conclusión: Tratar de equipar la evasión con la elusión fiscal; siendo esta última lícita, mientras que la evasión, como todo asunto ilegal debe ser perseguida por las autoridades competentes y no por quien se atribuye el derecho de perseguir a las brujas del mundo.

Decir que las jurisdicciones son instrumentales a todos los males del mundo, usando la definición de los primeros párrafos para denominar los papeles de pandora, es tratar de explicar que la fuente de todos los males del mundo, son las jurisdicciones, los instrumentos jurídicos y sus usuarios.

No se distingue a los evasores de quienes tienen motivos económicos, jurídicos y logísticos para contar con operaciones en esos territorios, con dichos instrumentos y con propósitos de generar riqueza que debe ser gravada según lo establezca cada ordenamiento jurídico. Un asunto que está siendo abordado por organizaciones competentes como la OCDE, mediante las quince acciones BEPS, de una manera objetiva, con la intención de evitar abusos en los traslados artificiales y artificiosos de bases imponibles entre un país y otro por motivos únicamente tributarios.

El contraste es evidente. Las normas sistematizadas por la OCDE parten de una manera científica del fenómeno fáctico de la evasión. La organización genera acciones tendientes a evitarla y propone – y logra la adhesión de los países miembros y no miembros – el compromiso en la lucha contra el fraude fiscal, del que historias como las de los papeles son apenas una parte del problema.

Los predicados, planteados desde un abordaje apropiado y en respeto con los ordenamientos en lugar de linchamientos y hogueras, cuestionan si el uso de una jurisdicción o instrumento jurídico tiene sustancia, es transparente y fundamenta coherentemente su existencia de una retribución apropiada de los pagos, tanto a los paraísos fiscales como a aquellas jurisdicciones que, sin recibir el apelativo, se comporten como tales.

El papel de regalo no es malo por sí mismo, solo puede resultar siéndolo si se usa para envolver sustancias ilegales, armas letales o medios para exterminio humano. Dicho esto, los papeles son solo instrumentos, los problemas subyacentes son el verdadero asunto en el fondo.

No nos dejemos confundir, es cierto que hay delincuentes que han ostentado y ostentan posiciones de poder, que han envuelto fortunas mal habidas en los papeles en cuestión. Es cierto que hay fortunas acrecentadas por la avaricia de quien incumplió con el deber solidario de contribuir a las cargas públicas, pero no es cierto que todos los usuarios de la fábrica de papeles son delincuentes de igual calaña.

Esta campaña global de hacer parecer que la creación de riqueza y quienes nos dedicamos a ella es el problema y que hay que exterminarlo, obedece a una política de nuevo orden económico y político, que se fundamenta en el más vedado pero profundo estadio del socialismo solapado.

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