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Soluciones y ocurrencias

Ahora tenemos más claras las características del problema económico que teníamos antes del COVID – 19 y aunque las consecuencias pandémicas en la economía continúan en proceso de definición, la realidad pre-COVID no debe escudarse en esta realidad posterior; más cuando las sus dimensiones efectivas aún están escribiéndose y empeorando.

Primera reflexión para rescatar: El mundo entero verá como consecuencia de Covid-19 una caída de sus niveles de producción y empleo, pero no todo el mundo partió de realidades económicas equivalentes. De igual manera que ese decrecimiento ocurra al colectivo, no se manifiesta de manera equitativa a todos los agentes de la economía, ni siquiera de manera proporcional.

Segunda reflexión clara: Costa Rica venía sumida en una profunda recesión desde hace muchos años, donde la más acelerada caída por supuesto la vemos ahora, pero que tiene cola desde junio de 2019, mucho antes que Covid-19 como pretexto y realidad saliera a la luz pública. Digo junio, por que desde entonces la administración Alvarado Quesada nos ha venido dando “atolillo con el dedo” en su acostumbrada y cada vez menos creíble estrategia de manejo de expectativa en divulgar milagros, sin contar con el “milagrero”.

Tercera reflexión: El tamaño, la profundidad y duración de las consecuencias de orden económico, de la realidad exacerbada por la pandemia sanitaria, simplemente dependerán de las medidas de reactivación que cada economía presente y, más que proyecte, ponga en acción de manera oportuna.

Cuarta reflexión: La reactivación económica debe ser diferente, pero acá se ha venido manejando de manera indistinta por moros y cristianos, a la solución de los efectos desatados y encendidos por la pandemia. Si la seguimos tratando de sanar por los síntomas, vamos indudablemente a errar. La reactivación económica es el conjunto de acciones sistemáticas y programáticas tendentes a solventar las causas y nunca los efectos de la caída de la producción.

Quinta reflexión: Costa Rica es un país poco competitivo por problemas estructurales, que no han sido atendidos desde hace décadas que vienen maquillándose. En este estornudo de Covid-19, simplemente se le está cayendo su añejo maquillaje multicapas, aportadas cada una de ellas, por las múltiples administraciones de Estado, que han pilotado la nave nacional antes y durante la actual administración.

Sexta reflexión: No hemos iniciado el camino de la reactivación económica. Los actos “magnánimos” hasta hoy legislados van en la línea del alivio del síntoma originado en el gran mal de nuestra economía, ser incapaz de gastar más que lo que es capaz de recolectar por medio de ingresos sanos al Estado. A la economía hay que meterle plata de verdad, estamos hablando de dotar de estímulos financieros de fondos no reembolsables producto de emisión. El banquero central debe despertar y apechugar, no es de recibo mantener entradas de dólares provenientes de, no se sabe dónde, que hagan del Colón costarricense la única moneda no devaluada del mundo. No le debe tener miedo a seguir cuidando el indicador de inflación que le asusta como el tigre debajo de la cama.

El Estado puede financiarse de tres formas fundamentales: mediante impuestos, deuda o donaciones. Estas últimas se han venido a más en los actos solidarios derivados de la pandemia de la Covid-19, pero no son por demás un medio normal y recurrente de vivir con el digno título de país en vías de desarrollo. Título que nos hemos enchufado en nuestro cerebro y nos hemos creído, por que es menos feo que el de subdesarrollados, o por que quienes dictan las medidas para esa clasificación, simplemente toman en cuenta algunas y no todas las variables de fondo de las economías.

Un país en vías de desarrollo es en contraste a uno subdesarrollado, aquel que va camino, es decir, con dirección a puerto de salida, de la condición de precarias variables económicas y sociales, con un paso sostenido y sostenible en el tiempo, para mejorar sus condiciones de competitividad. Es de la competitividad de donde se deriva el desarrollo, la capacidad de generar riqueza que produzca bienestar.

Que bien suena, pero entendámoslo… Una sociedad desarrollada es aquella que tiene o está, en proceso de construir en el mediano plazo condiciones de solvencia en sus variables mas críticas de orden fundamental.

Primero, un sector privado que cuente con las libertades de gestión que le permitan el cumplimiento de su triple misión: generar riqueza, empleo y contribuir a las cargas públicas en un sistema tributario equitativo y certero en lo jurídico; simple – ojo, no simplista – en el cumplimiento y que sea competitivo en lo horizontal de la comparación con las condiciones de los países de sus ares de influencia en el mercado.

Segundo, contar con un Estado que sea eficiente y eficaz en la función de asumir sus roles fundamentales de garantizar bienes o servicios no susceptibles de ser manejados de forma eficiente ni rentable por el sector privado.

Es decir, prestaciones tales como la sanidad universal en su acceso y accesibilidad, de la que hoy podemos dar cuenta al mundo con tanto orgullo. La seguridad ciudadana en todas sus caras, desde la seguridad física, la de tránsito, la jurídica, el acceso a la justicia pronta, cumplida y objetiva; esto alude a la justicia sin sesgos a favor o en contra de cargas ideológicas, o más aun exenta de corrupción.

Un Estado que pague salarios y prestaciones justas a sus servidores, siendo estricto y riguroso en el nivel de exigencia y propiciando el crecimiento de los funcionarios. Que abole, como se hizo con el ejército, la inamovilidad que es la fuente mayor tutela de la incompetencia y la corrupción del compadrazgo. Que, en ese concepto de justicia en la compensación de sus funcionarios, sea una justicia con métricas de gestión y competencia leal con el sector privado en materia laboral. Sin privilegios ni gollerías, adecuado a la realidad fiscal del Estado para sostener las cargas laborales.

Un Estado de función de regulación de la libre gestión de la armonía, entre las naturales contraposiciones y dicotomías entre desarrollo o ambiente, entre recursos naturales y su racional aprovechamiento, procurando que el estado de equilibrio se logre con la mínima intervención, como un padre que cuida sin sobreprotección ni descuido a sus hijos.

Un Estado que mantenga el acceso universal a la educación de forma cualitativa y cuantitativa. Que entienda que no basta con contar con aulas en el rincón más recóndito del país – que es motivo de orgullo nacional – pero ¿para qué aulas sin empleo? Hay que dar condiciones a la educación en lo cualitativo, orientar los programas y dotación de medios materiales, humanos y tecnológicos de equivalencia a los que se cuenta en las mejores instituciones educativas del sector privado. Modelar desde las bases una efectiva accesibilidad de los educandos a la inserción social. No apretarles como embutidos en el embudo social a ley de la selva en condiciones tan dispares. Una educación que atienda la función de formación para la vida, que incluya la capacidad orientativa de orden vocacional y con miras a la demanda de la empresa privada por personas capacitadas y capaces de ser competitivas y competentes.

Un Estado que, sabiendo que debe tener deudas, las adquiera con la certeza razonable de su capacidad de pagarlas y con el fruto del fomento de su buen uso. Endeudarse responsablemente conlleva a usar los recursos prestados para inversión en infraestructura, para dotar a la empresa privada de capacidades incrementadas de competitividad. Un estado de que valore el monto acumulado de sus compromisos de deuda mediante una planificación que trascienda a la Administración del gobernante de turno, que sea obediente a un proyecto país, que sea sustentable, evitando endeudarse para el pago de gastos corrientes.

Este debe ser un Estado delgado, pero bien alimentado. Con unos impuestos como fuentes principales de su financiamiento para sus gastos funcionales y de inversión, que fomenten la creación de la riqueza, entendiendo que su función es la de promotor y no de obstructor y mucho menos enemigo de la pagadora de sus recursos, que es la empresa privada.

Una empresa privada que cuente con un Estado amigable como el descrito, donde la natural contraposición de intereses no se exime, pero se pacta de forma transparente sin costos o agendas ocultas de parte y parte, indudablemente, será una empresa privada que tendría un marco de acción inicial para hablar de un plan de reactivación económica.

En esos términos, a las empresas privadas no les dolerá pagar impuestos justos, basados en su creación de riqueza, para que la función redistributiva del Estado sea ejecutada con la mira a la inserción de quienes no lo han logrado aun, pero evitando convertir el subsidio en la profesión u oficio del receptor, excepto en casos de orden natural.

Es necesario sintetizar todo lo anterior a ver si las autoridades de una buena vez entienden.

O reducen la ineptitud de gestión del Estado, cortando ya, no mañana, el tamaño, las funciones, las personas y las actitudes obstructivas y destructivas del clima de inversión, o el punto de partida de la reactivación económica no se puede siquiera plantear.

Costará y dolerá, pero la gangrena social que se viene alimentando con una empresa privada decreciente, desmotivada, con costos crecientes de operación resultantes de las evidentes falencias de infraestructura pública, dejará muy pronto al Estado solitario y habiendo matado la “gallina de los huevos de oro”.

Señores del Estado, esto es a todos los Poderes de éste. Ustedes han asumido el deber constitucional de defender los intereses de la patria. Hagan lo que se debe hacer de una buena vez. De otra forma, cada día que pasa está hundido en la historia y ésta se los cobrará.

La falta de valentía, sensatez y coraje que les vienen caracterizando solo avizora que la crisis no es de dos, sino de tres componentes: sanitaria, económica y de ineptitud en las autoridades, de todas ellas, la peor es la última.

Estoy seguro de que Costa Rica cuenta con un gran capital humano para salir adelante. Si ustedes no van a hacer nada, al menos no obstruyan el paso, pero tengan la responsabilidad de dejar hacer a quienes queremos construir un país que se dirija al norte del desarrollo y no al sur del populismo que les caracteriza su gestión.

Publicado en el periódico La República el 26 de mayo del 2020

¡Felicitaciones Costa Rica! Miembro de OCDE, número 38 ¿Y ahora?

 

Costa Rica fue admitido como país miembro de la OCDE luego de una votación unánime el 15 de mayo pasado. Una decisión que provoca sentimientos encontrados.

¡Gran alegría! Formamos parte de un selecto grupo de naciones, que representa menos del 20% de las 194 naciones que componen el globo. Una alegría que se fundamenta en los altos estándares que se utilizan en los procesos de adhesión y admisión, que implica una serie de revisiones de 22 comités, que deben emitir sus informes del nivel de cumplimiento de estándares que van desde los financieros, hasta rigurosas políticas de transparencia y lucha contra la evasión fiscal en todas sus formas.

Indica la propia página de la OCDE, de obligado marcaje como favorito en adelante, que:

“Trabajamos con una variedad de países a través de programas de país y enfoques específicos de cada país, para ayudarlos a acercarse a las normas y recomendaciones de políticas de la OCDE y apoyar sus reformas de políticas en áreas predeterminadas específicas, como integridad, anticorrupción, gobernanza, gobierno de derecho, inversión, clima empresarial” (el castellano, es lengua secundaria en la organización, siendo oficiales el francés y el inglés, puede notarse en la cita).

Ahora nosotros formamos parte de ese plural de “trabajamos”, de manera activa como miembros, así como pasiva con una larga lista de pendientes.

Estaremos compartiendo la mesa con el G-20 y otras economías emergentes, que se consideran en condiciones de llegar a su estado de desarrollo económico, social y regulatorio en diversos plazos; particularmente a través del cumplimiento de una serie de íconos marcados en la hoja de ruta, que cambian la velocidad y la ejecución de dichos compromisos a una velocidad muy distinta a la propia de Costa Rica. Un país distinto y distinguible, donde se sirve con la cuchara de partícipe en la creación de políticas para el logro de la misión de la OCDE.

También, no podemos dejar de manifestar nuestra preocupación por las consecuencias que, en materia de realidades económicas y fiscales de nuestro país – para referirme a las de mi área de conocimiento – cuando se contrastan con las rigurosas normas que se han creado y siguen construyendo como mejores prácticas, donde ahora, somos tal y como lo indicaba en el párrafo anterior, protagonistas bilaterales de esa nueva realidad. Una multiplicidad de nuevas realidades superpuestas.

Por una parte, la nueva realidad que está en desarrollo y de incierto resultado producto de la Covid 19, así como la que lleva ya 60 años de existir desde la firma de la Convención en diciembre de 1960 y que marcó la transformación de su predecesor, la Organización Europea de Cooperación Económica transformándose – institución de la post Segunda Guerra Mundial, fundada en 1948 – en la Organización para la Cooperación Económica. La inclusión de Costa Rica en la OCDE es la primera apertura regional del seno de su origen histórico, a la actual etapa a formar parte de la solución a algunos países con pendientes severos.

Hay que tener en cuenta que las reglas de la OCDE se convierten hoy en derecho supranacional. Es decir, las normas que resultan de la Convención tienen un mayor rango, incluso, que las leyes nacionales. Pasa de manera significativa el pilotaje a manos parciales del Derecho Internacional que, según nuestra Constitución Política, está por encima de nuestras leyes.

No deja de ser un reto para el país tener que pasar de una dinámica en la que se es piloto a, ahora, copilotar. Esto no deja de ser incomodo, como experiencia vital lo podemos testificar los que padecemos de vértigo de pasajero, cuando alguien nos hace el favor de conducir nuestro carro, que es una experiencia análoga a la que estamos a punto de experimentar y permanecer viviendo.

También debemos remarcar el acto de perseverancia de nuestras autoridades. Desde la iniciativa planteada por la Administración Chinchilla Miranda, que en el año 2015 hizo las gestiones formales de solicitud de admisión hasta la administración Solís Rivera y la actual Administración Alvarado Quesada, en la que se culmina el proceso.

Tres administraciones, dos partidos políticos, han tenido que correr esta antorcha hasta su destino. Ahora bien, ¿es el destino? o ¿es el inicio de un camino?

Indudablemente la respuesta mas acertada es aquella que ve el fin de un largo proceso, pero el inicio del tránsito por un nuevo camino. Una ruta y destino claros para la organización (OCDE), pues ya tiene 60 años procurando y renovando el mapa de organización de la que hoy somos parte. Pero, debemos hacer examen de qué significa para la diversidad sectorial que compone la sociedad costarricense, este fin de proceso e inicio de camino.

Sin querer ser exhaustivos por razones prácticas, pasaremos revista sobre algunos de los protagonistas de la sociedad.

El ciudadano de a pie: Cuando lee esta noticia le puede hasta dar un poco igual. Incluso puede recibir felicitaciones de sus parientes, amigos o conocidos de otras partes del mundo por el logo país. Su vida nunca será la misma, a pesar de ignorar lo que está ocurriendo. Está hoy bajo un conjunto de compromisos claros y por venir, que le transformarán – entre un abundante número de áreas de su vida cotidiana – sus relaciones con las entidades financieras, las actividades de comercio, sus condiciones laborales, las relaciones empresariales y por supuesto, las consecuencias en el bolsillo. Estar en el club exclusivo de la OCDE lo tiene que pagar la sociedad en su conjunto, sin derecho de malas caras.

El empresario, los emprendedores y los agentes económicos independientes: Nos toca soportar una carga de responsabilidades relativas a la gobernanza cotidiana de nuestros quehaceres. El soportar una presión fiscal incremental resultado de los datos de presión fiscal media de los países miembros de la OCDE. Solo para que tengamos el dato, la presión fiscal media reportada por Costa Rica para 2019 es del 24%, aún después de la reforma fiscal de 2018, con la Ley de Fortalecimiento de las Finanzas Públicas. El dato espeluznante, es que la media de OCDE es más del 34% sobre el PIB, es caro ser medido con esta nueva métrica.

La Administración Tributaria: Le espera una gran tarea. Una efectiva reforma estructural para resolver su histórica incapacidad de detectar a los omisos y presionar a los formales. Deberá transformarse una Administración que le gusta más la pesca en pecera, no tendrá otra opción más que echarse al mar en una situación tormentosa en momentos como el actual. Confiamos, que las nuevas autoridades y las recientes estructuraciones iniciales, serán el medio para una gran limpia a las unidades de fiscalización; especialmente para sacar aquellos funcionarios que por el ejercicio de la corrupción – como su profesión institucionalizada – distraen la efectiva recaudación que resultaría de las fiscalizaciones llevadas con técnica y ética.

Los profesionales que nos dedicamos al tema fiscal: Nos espera, especialmente en el área de cumplimiento, planificación y litigio, una labor de profunda inmersión en la abundante y espesa normativa a la que el país ya se ha comprometido. Tendremos que reeducar a nuestros clientes. Debemos empezar por el propio proceso de educación que, de manera piramidal, haga eficiente y eficaz la capacitación a los diversos intermediarios fiscales, que incluyen a una diversa gama de participes que de manera directa o indirecta cooperan con la gestión empresarial. Ellos ya están identificados desde el informe de la OCDE del encuentro de Seúl 2008 y que, ya sea por desconocimiento o acción dolosa, inducen al cliente a prácticas que, en el actual estado de cosas, simplemente no son sostenibles.

¡Bienvenidos a esta otra dimensión de la nueva realidad post OCDE! Les invito a todos participar del camino con conciencia, ya que la negación no es el camino de adaptación. Evitemos los fenómenos del avestruz en la fase larga de negación, pues ya estamos ahí en el inicio de este nuevo devenir de la globalización sofisticad. Será la adaptación la que nos garantice la sostenibilidad de nuestros roles, en las fases que nos correspondan, para entrar en este camino al crecimiento al que nos han invitado el 15 de mayo. Al recibir y aceptar dicha invitación, ahora debemos arreglarnos con las consecuencias.

Ahora más que nunca urge un verdadero plan de reactivación económica. Serio, claro, exento de expectativas falsas – como las que venimos viviendo –. Con acciones concretas y sentido de urgencia. Venimos en deuda, es tiempo de pagarla y hacerlo con creces por la demora inexplicable que traemos. La vara con que nos medirán en la puerta de entrada será cada vez mas rigurosa para permanecer en este club de países privilegiados.

Debemos todos, empezando por las autoridades, – como lo hemos advertido por años – tener claro que esta admisión no es un destino. Es el inicio de una nueva era de relaciones que hay que propiciar en un especial ambiente de comunicación y transparencia de las implicaciones. Se debe educar al país para que todos podamos, en el largo plazo, vernos en la fase de la cosecha de los frutos que hay que cultivar. Que en el día del agricultor – 15 de mayo – nos hayan ofrecido entrar a ese gran reto, quizá no sea por coincidencia, sino para que entendamos mejor lo que implica nuestra incorporación a la OCDE.

 

Publicado en el periódico La República el 19 de mayo del 2020

Es una falta de respeto

El pasado 4 de mayo, el Presidente de la República, compareció conforme lo establece la Constitución Política a brindar su informe a la Asamblea Legislativa. Un acto solemne que es, en sentido constitucional, la gala del equilibrio de poderes en una democracia institucional.

¡Es una falta de respeto llegar a este acto para dedicarse en forma estructural a indicar obras hechas, así como aquellas por hacer! Así como un breve relato sobre como ve la economía, con una superficialidad tal que dejaba a propios y extraños con una gran expectativa. Dejando para el “transcurso de la semana”, la presentación de los asuntos atinentes a la economía.

Así de impreciso como el término utilizado, soslaya la responsabilidad del Presidente de al menos dejar planteado en su comparecencia en el pleno del primer Poder de la República, la ruta que requeriría de los diputados su atención prioritaria. No es de recibo, es imperdonable, la falta de ubicación espacio temporal que tiene el mandatario.

No estaba presentando un informe de un año cualquiera, por el contrario, estamos en un año donde el equilibrio económico y social del país – la institucionalidad misma – enfrentan el reto más grande del que haya conocimiento histórico en la bicentenaria República. Si el señor Presidente, deseaba como se aprecia, no abusar del uso del tiempo en su comparecencia al Congreso, debió priorizar en lo trascendente que es cómo gestionar esta situación de urgencia que enfrentamos no solos, sino con el resto de los compañeros de crisis en este pandémico planeta.

El señor Presidente como comunicador conoce, o le debieron enseñar en clase, que la generación de expectativa es una clave de la comunicación que debe administrarse con gran responsabilidad. Debería tener claro que, al abrir la puerta de ésta, habría de llevar al anuncio indicado de su equipo económico a asuntos que estuviesen maduros, claros y conducentes a los fines necesarios y urgentes.

Esboza el Presidente en los arqueros de su plan económico por anunciar, temas que están absolutamente desconectados de las medidas anunciadas por el “nuevo equipo económico”, haciendo alusión a predicados generales, tales como la necesidad de la incorporación de la formalidad de los informales de la economía, aspecto que es indispensable, pero que no incluye acción conexa alguna en los bocetos presentados el pasado viernes.

Se indica en el discurso la necesidad de que todos contribuyamos de manera solidaria a sobrellevar las cargas públicas que esta pandemia ha incrementado. Sin embargo, el gran ausente de la conferencia de prensa del pasado viernes es el Ministro de Hacienda. ¡Curioso que no forme parte del equipo económico ahora! ¿Será que no habrá cargas fiscales que anunciar, por lo que se le excusa al Señor ministro?

A pesar de la ausencia del Ministro, el Presidente anuncia como acción magnánima el reducir en un 10% su salario, indicando que era como acción ejemplificante a la necesidad de crear cargas temporales, que pesarían sobre el residual de empleados que queden, después del desmantelamiento que estamos enfrentando de los empleos. La acción no parece coherente con la ausencia del Ministro Chaves en la conferencia del equipo económico.

En materia de disciplina fiscal, es decir, respecto de recorte de los gastos públicos que siguen drenando las finanzas del Estado, el Ejecutivo anuncia y repite en la conferencia del viernes el cierre de Fonabe ¿cuánto aporta esta acción a la reducción del gasto público?

En materia de acciones concretas el anuncio de empréstitos para atender obras es una acción que, más que aliviar, agobia en este momento. Hay una falta de conexidad temporal en las prioridades de la reactivación económica. Las obras que se anuncian financiar ciertamente serán generadores de empleo, pero en un plazo de gran descalce temporal respecto de la tasa creciente de desempleo que está dándose en el sector privado.

Para este macro tema, que debió ser el corazón ya del mensaje del Presidente o de su “nuevo equipo económico”, se piensa resolver dentro del planteamiento, aumentando los créditos de los bancos a los sectores productivos, en novecientos mil millones de colones. Eso suena a mucho dinero para una persona y lo es para individuos, pero es apenas poner en disponibilidad alrededor del 4% del crédito total.

¡Esto no es solamente insuficiente! Sino que pasa por los elementos que mencioné en mi columna del pasado 28 de abril; será inútil cualquier recurso que se ponga para la reactivación de la economía si no se dan lineamientos imperativos de cambio de parámetros a las entidades financieras y los reguladores, para que de manera obligada aterricen a la nueva realidad.

Por supuesto, quien quiera que vaya a tener la responsabilidad de emitir esa orden de aterrizaje debe estar en tierra, bien aterrizado, en torre de control. No solo con poder, sino sin miedo de ejercerlo, como lo denota la figura decolorada del Presidente y su “nuevo equipo económico”. Aquí o alguien se empodera y toma con coraje las acciones que urgentes, o el país se va al barranco, no solo económico, sino al consecuente descalabro social.

El manejo del discurso en crisis, señor Presidente, recordará usted de sus lecciones de comunicador profesional – que debe desempolvar – es fundamental. La elocuencia de lo que se dice y el volumen de los silencios, no dejar que los silencios se entiendan como el conjunto vacío de las ideas, que es lo que hoy en el colectivo empresarial percibimos de usted y de su “nuevo equipo económico”.

¿Ha comprendido el gobierno que le correspondió no solo la oportunidad histórica de hacer entrar a Costa Rica en la tercera centuria de vida republicana, sino que, para lograrlo hay que enfrentar el reto de hoy, que resulta de una pandemia económica que deriva de la pandemia sanitaria?

Cuando en la comunicación se requiere ser buenos emisores de mensajes, también es fundamental la escucha de los clamores sectoriales a los que se tiene el privilegio y responsabilidad de gobernar. El Poder Ejecutivo, debe aterrizar de su actitud autista en lo económico, para hacer la tarea que, en lo que respecta a salud, se ha hecho de manera tan extraordinaria.

Entienda el “nuevo equipo económico” que los sectores productivos a quienes regentan tienen realidades y sugerencias que han planteado hasta la saciedad, en lo que se ha convertido a hoy en un elocuente concierto de sordera.

Hay que conformar equipos de trabajo no solo para que el sector productivo decreciente del país se incorpore, sino para que éste sea tomado en cuenta en las soluciones que requiere esta crisis económica que apenas asoma sus fauces. Aún falta mucho que verle a esta destrucción de empresas y empleo, si lo que ya hemos visto nos preocupa, lo que nos falta ver, en especial si la actitud del gobierno no da un giro contundente, simplemente nos debe preparar para una verdadera catástrofe de la que tendremos que dar cuenta a muchas generaciones venideras. Serán ellos quienes tendrán que pagar el precio de la inoperancia, la arrogancia y la ignorancia – características elocuentes todas – de un gobierno que, hace con una mano cosas absolutamente extraordinarias y dignas de resaltar, cuando deja que los expertos de salud manejen esta parte del problema, pero entumen cuando se trata de resolver lo económico, equivocando el camino al no tomar ninguno definido.

Estamos ante la encrucijada de Alicia en el país de las maravillas y su encuentro con el conejo y la paradoja de qué camino tomar: ¿Sabes adónde vas? – pregunta el conejo. La tímida respuesta fue no. Entonces no importa que camino tomes, siempre llegaras a cualquier sitio.

Creo que hoy, aunque parezca paradójico, hemos encallado en saber qué queremos, para poder articular el diseño de la ruta, sea el camino por el que nos iremos a ese destino deseado. En lo económico, no hay claridad de para dónde queremos dirigir al país, muchos sabemos dónde no ir, pero, es evidente que aquí los músicos están tomando las manos del títere del director, para hacer cada uno lo que a su parte le conviene, sin considerar lo que es la necesidad del conjunto.

En crisis, aumentar la incertidumbre haciendo hipérboles de anuncios, que generan expectativas que luego quedan huecas y exacerban la ansiedad, alimentan la crisis. Solamente agravan el problema y no aportan la solución. Esto también lo debía tener claro el comunicador profesional, señor Presidente.

Publicado en el periódico La República el 12 de mayo del 2020

¿Qué está pasando en el mundo?

 

Aunque la pregunta puede ser vista desde diversos ángulos, es importante remarcar la importancia de incluir un repaso de nuestro entorno mundial, ya que en una economía global e interdependiente como la que vivimos, hay una diversa gama de fenómenos que estamos experimentando, que nos son inexplicables a primera vista.

Un fenómeno que no dejó de sorprender de manera completa a propios y extraños fue la inusitada conducta del precio del petróleo en el mercado internacional, para entregas a mayo. Conducta que no se ha limitado a este bien -clasificado en la familia de los “commodities”- sino que ha impactado a muchos relacionados con las industrias de la construcción, la movilización y la energía.

Los “commodities” tienen la característica de ser transados en los mercados entre productores o intermediarios, adquiridos por una dualidad de compradores. Tanto por aquellos que encuentran en estos bienes una manera de inversión, como por los que son grandes distribuidores de regiones o países que consumen dichos bienes.

Aunque sea la primera vez que nos acerquemos a mirar esta forma particular de bienes en la economía, es importante indicar que solo mediante el acercamiento a ellos, sin exceso de tecnicismos, podemos comprender qué pasó con el petróleo y por que éste y sus hermanos los “commodities” son medios para invertir.

Si el lector presta cuidado, habrá notado que he mencionado el precio que bajó fue el del petróleo con entregas a mayo, lo que nos da una de las múltiples característica de estos “commodities.” No se transan para ser entregados al momento, como los demás bienes de consumo o de inversión, sino que se transan a un precio, el día de adquisición para una fecha de compromiso de entrega en el futuro, variando el precio según el momento de la entrega.

Esto nos lleva a por qué los inversionistas usan los “commodities” como instrumentos para obtener beneficios. Conforme más se aleja la fecha de entrega, el precio al que se transa el bien tiende a ser menor por los riesgos y el valor del dinero en el tiempo, asimilable a los rendimientos en medios directos, tales como las tasas de interés, siendo más altos, conforme está mas cerca el momento de la entrega.

Todo se basa en el principio básico que supone que obtendrá una ganancia, aquel que, en condiciones normales de mercado, haya comprado a más largo plazo y venda cerca de la fecha de la entrega. Sin embargo, aquí está la explicación del inusitado “precio negativo.” Estas transacciones suponen “condiciones normales de mercado”, al variar esta condición simplemente el precio se comporta de manera absolutamente caprichosa, pudiendo ser mayor o menor según sean las condiciones de riesgo que los compradores y vendedores perciban.

Al alargarse la crisis de salud, con la consecuente medida de confinamiento o distanciamiento social, se ha provocado una condición anormal en el mercado. El petróleo que ya estaba embarcado por los exportadores, conforme caminaban las manecillas del reloj a la fecha de entrega, no encontraba compradores – pues los consumidores finales se encuentran paralizados -y genera un gran aprieto a los que habían comprado sin conocer siquiera la existencia del Covid-19 y sus consecuencias en la movilización y por ende, en los patrones de consumo del petróleo.

Esto hizo que los dueños del petróleo estuvieran dispuestos a pagarle a su comprador, así como lo lee, por llevarse el producto, para reducir el tamaño de sus pérdidas y la consecuencia en la mayor parte de los mercados fue la reducción consecuente de los derivados del petróleo. Anormal, lo que es indicador de que los mercados se están comportando de manera totalmente anormal.

Ya no solo el de los “commodities” sino el de los demás productos como aquellos relacionados a los nuevos consumos, sean los que se utilizan para la atención de la emergencia sanitaria, así como la demanda desordenada, estimulada por el temor, la histeria y el pánico de que nos quedáramos sin abasto de alimentos y el curioso consumo masivo de papel higiénico.

De ahí que cuando nuestras autoridades sanitarias nos dicen que el mercado de las mascarillas, el de los aparatos para hacer pruebas de contaminados, así como muchos otros requeridos en la atención del Covid-19, están experimentando condiciones anormales de mercado, es precisamente, por comportarse de forma distinta a la que se comportaban antes de la pandemia.

Hacer este espeso repaso por dos áreas de las múltiples que ocurren actualmente en el mundo, nos dicen cuáles son los retos por superar cuando estamos decidiendo: ¿qué debemos hacer con nuestra empresa en los tiempos actuales?

Si nos miramos nuestros zapatos solamente, pues nos aprietan en la actual situación, permaneciendo en nuestro metro cuadrado, estamos limitando las posibilidades de la empresa para sobrevivir en las turbulencias que vive la burbuja azul, el planeta en el que vivimos todos. El problema no son los zapatos, el problema es el terreno que estamos pisando.

Son los mismos zapatos, aquellos en los que nos sentíamos cómodos, los que de repente nos dan una sensación agobiante de incomodidad inexplicable. Es equívoco creer que el problema son los zapatos, navegar en las batidas aguas económicas de hoy, es agobiante y mortal, si no logramos definir cuáles son los adecuados vestidos y equipamiento con que debemos enfrentar esta travesía de indefinida temporalidad.

Responder la pregunta ¿qué está pasando en el mundo? con la inocencia de sospechar que el problema son mis zapatos, es garantía letal para su empresa o emprendimiento.

Valga decir, que, además, percatarnos de la diferencia por la persistente molestia en nuestros pies, puede llegar a ser un factor exacerbante de la condición de riesgo en la que nos encontramos.

Estamos en una recesión económica resultado de la pandemia, que los optimistas indican que no se iniciará a recuperar antes del final de 2021, lo que nos lleva a tener que tomar decisiones valientes, disruptivas e innovadoras a la mayor brevedad. El tiempo es como el oxígeno del tanque, tan crítico como saber, con cuanto cuento para sobrellevar esta situación.

Cuando el empresario o emprendedor llega a este punto de la encrucijada necesita ayuda, pero lo aconsejable es que la busque lo antes posible. Estamos viviendo tiempos que nunca a nuestra generación le tocó vivir. Apasionantes como reto de supervivencia, pero se necesita de mucha ayuda especializada, no en Covid-19, sino en gestión de crisis en al menos cinco pilares básicos.

Primer pilar: manejo de riesgo, siendo esto la capacidad primaria de identificarlos, medirlos y gestionarlos; ya sea trasladándolos a otros agentes de la economía, o identificando cómo reducirlos o mitigarlos. Esto es toda una disciplina de la gestión administrativa que toma años de preparación y tenemos días, con suerte meses, para poder actuar.

Segundo pilar: estructuración financiera. Un factor crítico al que en nuestra práctica profesional hemos detectado la mayor parte de las empresas. Empresarios y emprendedores cuentan con la mayor experiencia, aunque los que han tenido que renegociar y aprovechar los diversos alivios institucionales existente, renquean de manera importante, ya por exceso o por defecto.

Tercer pilar: administración del asunto de continuidad de negocio, o el de negocio en marcha. Muchos, por ver el corto plazo, están obviando que, al tomar decisiones apresuradas y carentes de dimensionamiento, pueden estar poniendo en riesgo la efectiva capacidad de continuar en negocios, después de indiscriminadas conductas o recortes que se convertirán en un boomerang mal administrado, que golpea a la vuelta.

Cuarto pilar: tema tributario. Es momento para navegar aprovechando cada alivio que la ley marco así denominada, de Alivio Fiscal, otorga con conciencia y responsabilidad. De igual manera es imperdonable no acceder a la planificación adecuada de las cargas tributarias, para lograr disminuir este importante costo – que llega casi al 58% de carga acumulada – dentro del marco de la ley. Disciplina que debe pasar por un apoyo experto, distinto a la buena técnica de llenado de declaraciones impositivas.

Quinto pilar: tan crítico como los anteriores, la comunicación en su dimensión estratégica, orden operativo, manejo de comunicación en crisis en la diversidad de públicos y en sus dimensiones internas y externas. Este es un suero vital que muchas organizaciones han perdido de vista y de no gestionarlo, aun si hipotéticamente estuvieran haciendo bien el resto de los pilares, podrían estar sembrando el germen de su futura lápida.

Administrar en crisis requiere, como pueden notar, una diversidad multidisciplinaria que debe estar atenta como en una unidad de cuidados intensivos a cada signo vital, a cada progreso o retroceso. No son solo son los respiradores los importantes, también lo son la gama de valoraciones multidisciplinarias que en estas salas especializadas y escasas se deben gestionar. Así como son de escasas las camas de UCI (Unidades de Cuidados Intensivos) también lo son los proveedores integrales de apoyo profesional para poder mejorar las posibilidades de supervivencia empresarial.

Así como un paciente prudente debe evitar la automedicación en todos los casos, se hace absolutamente exigente que, cuando se llega a necesitar de cuidados intensivos, evite por más que su empirismo empresarial le haya sido útil, llegar a tratar de resolver por sí mismo algo absolutamente nuevo, ya que puede estar acelerando lo que cree estar evitando, la muerte de su negocio y aumentando el riesgo sobre los bienes personales y familiares.

Déjenos ayudarle, somos su unidad de cuidados intensivos empresariales, no se espere para el final, puede que no haya camas, espacios, respiradores o que su propia condición haga que ya nada le logre evitar.

Publicado en el periódico La República el 05 de mayo del 2020